¿Te acuerdas del yonki que vimos caer en los portales de
Fuencarral? ¿De la eterna sonrisa que lució en su cara tras el último pico de
caballo?
Me ha hecho recordar otra vez que somos débiles, muy débiles. Nos
arrastramos por un poco de placer, luego
todo se desmorona y volvemos a la nada. Pero nadie cambia, todos
seguimos buscando ese instante de placer... aunque nos queme, nos duela, nos mate.